miércoles, 21 de enero de 2009

Sobre la Natividad

Aunque ya estamos a 21 de enero, creo que la Navidad no ha de "pasar" a lo largo del año, así que aquí os dejamos una reflexión de Leonardo Boff que esperamos que os guste.


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En el centro de ese mundo contradictorio yacía entre pajas el divino Niño. Jesús, José, María, la estrella en el cielo, los ángeles, los pastores, los reyes magos, el sanguinario rey Herodes, los escribas maliciosos... son más que figuras concretas. Son símbolos y energías que viven y agitan nuestro mundo interior. Revelan dimensiones de nuestra psique, marcada por búsquedas, por contradicciones y por un inmenso deseo de integración.

Partiendo de esta visión más amplia se revela la importancia del divino Niño. Alrededor de él se crea un orden mágico, un centro luminoso que irradia sobre todas las cosas, constituyendo un todo coherente y significativo. La vida con sus contradicciones, incluyendo los niños asesinados por Herodes, o el ahorcado del pesebre de Nápoles, no escapan a la luz que irradia del Pesebre. A partir de la presencia del divino Niño surge la esperanza de que todo puede ser modificado, de que lo Nuevo puede irrumpir. He ahí el significado mayor de la Navidad, que no puede ser echado a perder por las visiones convencionales y por su utilización cultural y comercial.

¿Qué significa, en una experiencia interior, el divino Niño? Representa la vida nueva que quiere nacer en nosotros. Más concretamente simboliza la vida que puede siempre recomenzar desde su inicio. Es posible nacer de nuevo.

En el día de Navidad, por causa del divino Niño, nos es permitido olvidar las amarras y los errores cometidos, para sentirnos libres para comenzar de nuevo. Los deseos escondidos y nunca realizados pueden salir a flote y ser de nuevo alimentados. Podemos hoy olvidar un poco el paso del propio pasado y formular un buen propósito.

¿No decimos tantas veces: "Ah, si pudiese comenzar todo de nuevo..."? En el día de Navidad, inspirados por el divino Niño que está dentro de nosotros, podemos arriesgarnos a dar el primer paso de un nuevo camino, o inaugurar otra forma de mirar sobre el camino ya andado, para descubrir en él nuevas significaciones existenciales.

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Si logramos despertar en nosotros al divino Niño habremos descubierto el espíritu de la Navidad y el alegre advenimiento de Dios.

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